sábado, 24 de agosto de 2019

Hanabi en Todabashi 2019

A primeros de agosto, y como todos los años, Kazuki y yo fuimos a ver los fuegos artificiales de Todabashi. Lo primero de todo fue hacerme los moños grandotes tradicionales de siempre.

¡Lista!

Compramos bolsas de patatuelas varias y bebidas, y nos dirigimos al río en nuestras bicicletas. Este año costó un poco más aparcar las bicis, pero lo logramos y fuimos a buscar un buen sitio para ver los fuegos artificiales.

Con el viento, calor y humedad el flequillo me duró medio segundo bien.

Este año no nos pusimos en el mismo sitio de césped de siempre, porque había crecido bastante y con él la cantidad de insectos aumentó exponencialmente. En su lugar nos pusimos ahí, en un lado del caminito de asfalto que hay cerca de la zona de césped.

Muchos trajeron sillas de camping. Nosotros una esterilla.

Entonces tocó esperar un poco y por fin empezaron los fuegos que iban a durar hora y media. Este año no llevamos cámaras de fotos -tengo una digital, pero está en las últimas-, y quienes tengáis un iPhone como yo sabréis lo mal que saca fotos de noche. Aún así hice lo que pude.



Aunque hacía mucho calor, afortunadamente por la noche se puso a soplar viento un poco fresquito, lo que se agradeció mucho. Los fuegos estuvieron muy bonitos, como todos los años.

martes, 20 de agosto de 2019

Gegege no yokai 100 monogatari

El otro día fui con Sonia a una exposición que hacían en Ikebukuro llamada "ゲゲゲの妖怪100物語" -se lee "Gegege no yokai 100 monogatari"-. Según la página web, en esta exposición se puede experimentar el mundo de los yokai dibujados por el autor del famoso manga "gegege no Kitaro". A mí me encantan los yokai y aquí nos ibamos a encontrar con unos 100, así que prometía.

Llegamos y no había una cola muy larga para entrar, menos mal -aunque la cola era todo familias con niños pequeños-.

¡Entremos pues!

En las paredes de los oscuros pasillos había ilustraciones y la historia de 100 yokai distintos. No solo eso, sino que algunos de los yokai se habían materializado ahí dentro.






Como toda exposición en Japón, la última parte por la que hay que pasar antes de la salida es la tienda de regalos -*cof*consumismo*cof*-.


Vendían cualquier tipo de objeto relacionado con Gegege no Kitaro habido y por haber, hasta papel higiénico.

A la izquierda chocolate y a la derecha caramelos.

Aunque caro, estuvo bastante bien.

sábado, 17 de agosto de 2019

Tori no iru cafe, la revancha

Hace varios años fuimos a una "cafetería" -en la que no sirven bebidas- de pájaros en Asakusa llamada Tori no iru cafe. Como amantes de los animales plumíferos, la experiencia nos gustó mucho, pero el sitio era bastante carillo, siendo 1500 yenes la primera hora y luego 300 yenes extra cada 15 minutos más -Kazuki y yo lo de estar una hora solo pues... como que imposible-. Pues recientemente, y con ganas de una dosis de amor alado, estuvimos mirando en internet cafeterías de pájaros no muy lejanas donde tuvieran mucha variedad, y volviendo a mirar de casualidad la web de Tori no iru cafe, descubrimos que se había vuelto más barata. Ahora pagas 1500 yenes por la entrada y puedes estar todo el tiempo que quieras -lo que en Japón llaman "free time", o フリータイム en katakanaglish-.
Con tan buena noticia, estaba decidido, y fuimos allí.

Aunque las estaciones más cercanas son Asakusa y Tawaramachi, decidimos ir andando desde Ueno para hacer ejercicio -aprovechando un día que bajó un poco la temperatura y se podía dar un paseo sin morir de calor-.

Una vez llegamos entramos, nos pusimos nuestros ponchos protectores -aunque no nos protegieron de todas las cacas, qué remedio- y antes de aventurarnos a la sala llena de pajaritos, saludamos a los buhos de la entrada.


Entonces nos adentramos en el Área 51.


Aunque la otra vez casi no había gente, esta vez estaba bastante lleno. Imagino que es la combinación de que sea más barato y que estamos en la semana del obon, donde mucha gente tiene vacaciones.
Dejemos de lado a la gente, que no es lo que hemos venido a ver, y centrémonos en los pajaritos. Empecemos con esta cacatúa rosada. Es adorable, pero le gusta atacar cordones de zapatillas, y no le gusta que le interrumpas.

Que no os engañe esa carita. Está esperando a que bajes la guardia.

Había varios guacamayos, en total 3 adultos y... ¡2 polluelos! Los guacamayos adultos me dan un poco de respeto porque tienen el pico muy grande y me he llevado picotazos dolorosos de picos mucho más pequeños, pero los polluelos son tan... adorables a la vez que enormes.

¡Es taaaaaan adorable!

Este gran pequeñín me cogió cariño, y parece que solo se tranquilizaba cuando lo cogía yo. Cuando lo cogía Kazuki -a pesar de sus poderes de princesa Disney, no os podéis imaginar lo popular que es con animales en general- no dejaba de gritar y al final siempre me lo tenía que devolver.

Con quien Kazuki sí fue popular fue con la versión ya crecida del todo.

Durmiendo con cara de felicidad.


Si os gustan las cotorras del sol, hay decenas.

También hice buenas migas con esta amazona frentiazul.

¿A que es una monada?

Esta es la web del sitio -no me pagan por hacer publicidad-, por si os interesa o si os apetece pasar por ahí.

viernes, 2 de agosto de 2019

Sushi casero

Hoy a Kazuki y a mí nos apetecía sushi, pero el restaurante bueno, bonito y barato al que nos hemos aficionado últimamente está a unos 15 minutos andando de la estación y con 37 grados en la calle con sensación térmica de 46 grados como que no queríamos morir... Así que cambiamos de plan y fuimos al supermercado a por pescado para hacer algo en casa -este plan no implicaba pasar 15 minutos más el camino a nuestra estación más cercana andando bajo el sol-.
Últimamente Kazuki se ha aficionado a cortar pescado. Va al súper y se trae un pescado entero y le quita las escamas, las entrañas, lo limpia y lo corta para poder cocinarlo o para sashimi. Pues la idea era cortar pescado para hacer un sashimi don -un bol de arroz y pescado-, pero al final en el súper cambiamos la idea a intentar hacer sushi, que nunca habíamos hecho por nuestra cuenta.

Compramos atún, caballa marinada en vinagre -me encanta-, aodai -según wikipedia se llama paracaesio en español-, lubina rosada y palometa roja. No lo usamos todo, claro, lo que sobra lo congelamos para cocinar otro día.
Pusimos arroz a hacerse en la arrocera, y una vez hecho le eché vinagre especial para arroz -sin el vinagre el sabor del sushi pierde bastante- y tocó mezclarlo todo bien. Tras eso hicimos bolitas de arroz ayudándonos de papel film transparente porque si no se te pega a los dedos cosa mala, y al final añadimos wasabi sobre el arroz y pescado encima de todo.
Estos son los que hice yo.


Para la seguna ronda Kazuki pasó parte del pescado un poco por la sartén a ver qué tal estaba.


Tanto los crudos como los cocinados estaban buenísimos. Para ser nuestro primer sushi casero, el resultado no estuvo nada mal. Definitivamente vamos a repetir.