En esta ocasión decidí probar una compañía con la que no había volado, Emirates. Principalmente porque me salía barato y porque nunca había pisado tierras árabes. Desafortunadamente no pude predecir cuando compré el billete que un par de meses después se iba a convocar una huelga general en España justo el día de mi vuelo, pero al final no lo noté demasiado, la verdad -la salida del vuelo se retrasó, pero eso es algo que no tiene nada de raro-.
¡Me voy a Dubai!
El avión hasta Dubai no estaba mal. No me sentía excesivamente comprimida en el asiento y el baño era extrañamente amplio -para lo que suele ser un baño de avión, quiero decir-. La comida, como cualquier comida de avión, aunque me sorprendieron los cubiertos metálicos.
La mayor sorpresa me la llevé a la hora de ponerme a ver películas. He viajado con muchas compañías distintas, y hasta ahora no había encontrado ni una sola película doblada a español de España en ninguno de sus vuelos. ¡Por fín he encontrado una!
El avión hasta Dubai no estaba mal. No me sentía excesivamente comprimida en el asiento y el baño era extrañamente amplio -para lo que suele ser un baño de avión, quiero decir-. La comida, como cualquier comida de avión, aunque me sorprendieron los cubiertos metálicos.
La mayor sorpresa me la llevé a la hora de ponerme a ver películas. He viajado con muchas compañías distintas, y hasta ahora no había encontrado ni una sola película doblada a español de España en ninguno de sus vuelos. ¡Por fín he encontrado una!
¡Viva! ¡No era una leyenda!
Un detalle bonito es que se ven las estrellas dentro de la cabina.
Y por fín llegué a Dubai. No pisé nada más que el aeropuerto porque iba con el tiempo justito para la escala, pero algo es algo.
El segundo avión ya era más normalito, en colaboración con una compañía japonesa. Intenté dormir todo lo posible porque estaba cansada, pero me tocó mala compañía sentada al lado y el bebé del exorcista delante -para no variar-.
¡Y por fín Narita!
Y por fín llegué a Dubai. No pisé nada más que el aeropuerto porque iba con el tiempo justito para la escala, pero algo es algo.
El segundo avión ya era más normalito, en colaboración con una compañía japonesa. Intenté dormir todo lo posible porque estaba cansada, pero me tocó mala compañía sentada al lado y el bebé del exorcista delante -para no variar-.
¡Y por fín Narita!