El porqué, lo desconozco totalmente.
Entonces llegamos a Insa-dong, zona conocida por sus tiendas de artículos tradicionales coreanos.
Andando, andando, nuestro camino se volvió a cruzar con los dulces cacamórficos.
La explicación de como se hacen es cuanto menos gráfica.
Así que la curiosidad nos pudo, y conseguimos uno de estos dulces con forma de haber salido de un ano.
A decir verdad, hubiera querido que estuviera malo para poder hacer la coña de "sabía a mierda", pero resultó que estaba bueno. El interior era anko mezclado con una crema de color claro que recordaba un poco a la crema pastelera, pero que al contrario de la crema pastelera estaba buena -sí, la odio-.
El zurullo no fue suficiente para calmar nuestros estómagos rugientes, y fuimos a comer barbacoa coreana.
Como detalle curioso, en este sitio la plancha estaba inclinada para que el kimchi se cocinara con la grasilla que caía de los filetes de cerdo. Me pareció una gran idea.
Para mi sorpresa, acostumbrada al kimchi que venden en Japón, pensaba que sabría todavía más picante -ya que siempre suavizan el sabor de la comida extranjera para adaptarla al gusto japonés-, pero en lugar de eso, sabía bastante amargo. Me gusta la comida amarga, así que tiene mi aprobación.
Y ya con el estómago lleno reanudamos la caminata de camino a Myeong-dong.
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