Todo empezó a finales del 2017. Yo siempre había tenido reglas dolorosas, pero en los últimos meses del 2017 empezó a ir a peor. O un día durante la menstruación o unos días antes de repente me daba un cólico tan fuerte que me podía tirar de 30 minutos a 2 horas retorcida de dolor hecha una bola en el suelo sin poder moverme. Esto solía coincidir con cuando sentía algo de gases intestinales, así que pensé que era eso mezclado con dolor de regla, y como solo era un día al mes no le di mayor importancia.
Esto continuó, siendo el dolor un poco peor cada mes, y a finales de septiembre de 2018 me dio un cólico tan fuerte que me tiré casi una semana sin apenas poder comer ni andar. Entonces fue cuando decidí que sí que era algo a lo que darle importancia, y como me solía coincidir siempre con la regla decidí que lo mismo era un problema ginecológico y no intestinal, y tras investigar un poco decidí en octubre visitar una clínica ginecológica en Shibuya con doctora y bastantes mejores críticas en Google que las de mi barrio.
Era mi primera visita a la ginecóloga en Japón, y aunque ya había oído hablar de ello, experimenté por primera vez la cortinita que te ponen cuando te hacen el examen pélvico. Suena a coña, pero tras sentarte en la silla esa de tortura, hay una cortinita que pasa sobre la cintura de modo que no puedes verte ni las piernas ni a la persona que te hace el examen. Lo he dibujado para que os hagáis a la idea.
La cortina en realidad es más ancha, de pared a pared.
Al parecer es para que no te dé vergüenza ver la cara de la persona que te está metiendo un tubo en la vagina, cosas raras de este país. Puedes pedir que la quiten, pero a mí personalmente me da igual tanto si la ponen como si no.
Durante el examen me dijeron que tenía los ovarios hinchados –eso no te lo enseñan en la escuela de japonés-, y tras terminar y hablar con la ginecóloga, al parecer tenía unos quistes más bien grandes en ambos ovarios. Me hicieron un análisis de sangre para ver mis marcadores tumorales, para ver si podía ser algún tipo de tumor maligno, y el mismo día por la tarde fui a otro sitio en Shibuya para que me hicieran una resonancia magnética.
Una semana después tuve que volver a por los resultados. El diagnóstico, endometriosis. Mis quistes eran benignos, más concretamente endometriomas –pero joden igualmente-. La ginecóloga me hizo una “carta de presentación”-
紹介状 en japonés. Se lee shôkaijô- para un hospital grande, para que me lo controlaran allí –las clínicas no suelen tener equipamiento para cirugía si hace falta, por ejemplo-, y le pedí que me la hiciera para el hospital más cercano a mi casa.
Respecto a las cartas de presentación, en Japón para ir al médico puedes ir directamente a una clínica del especialista que necesites, o si tienes algo más grave a un hospital grande si tu especialista te escribe una de estas cartas –sin carta muchos hospitales no te admiten, o te admiten pero cobrándote un extra-. La carta tiene datos sobre tu condición de salud, y está cerrada para que no puedas ver lo que hay dentro, al parecer por “privacidad”. Si lo de la cortina me parecía ridículo, esto ya… De hecho, si abres el sobre la carta pierde su validez y ya no te la admiten.
Pues resulta que el hospital de mi barrio era con cita, y cuando llamé para pedirla me dijeron que tenía que llamar el 1 de cada mes para pedir cita para el mes siguiente, y que insistiera mucho con el teléfono desde que abrieran la línea, porque se peta de llamadas y es posible que se llenaran las citas enseguida y me tocara esperar otro mes más. Investigando a ver si la carta de un hospital se podía usar en otro, porque no podía andar esperando tanto, descubrimos que sí, y Kazuki llamó a otro hospital no muy lejos en tren y con bastante historial de cirugías ginecológicas para preguntar si valía la carta –yo ya estaba de los nervios y mi japonés no funcionaba-, y le dijeron que sí. Este hospital se llama
Saitama Medical Center –a pesar del nombre en inglés, no esperéis a nadie que no sea monolingüe en japonés allí o que hable 3 palabras en japanglish y ya-.
Aquí es.
Pues fuimos el siguiente día que estábamos libres los dos, y tras rellenar papeles y esperar muchas horas en la sala de espera, y otro examen con cortinita, me dijo el ginecólogo de allí que en mi ovario izquierdo había un quiste de 5 cm, y en el derecho un quiste complejo de 6 cm. Suena grande, ¿verdad? Pues al parecer no era tan grande como para necesitar operarme –a no ser que quisiera tener hijos, que no es el caso ni ahora ni nunca-, así que me dijo que exámenes pélvicos cada 6 meses para controlar que no creciera, y que si llegaba a los 8 cm había que operar porque podía volverse maligno. También me hicieron un análisis de sangre para ver si tengo anemia, ETS, problemas de hígado, etc. En ese sentido estoy sanísima, por cierto.
En mi siguiente visita, ya en diciembre, para ver el resultado del análisis de sangre le pedí que me mandara la píldora, para al menos controlar qué día del mes muero, y esta es la que me mandó.
Lunabell ULD.
La píldora en Japón es CARA, por cierto, pero desde el primer mes de tomarla los cólicos desaparecieron –tuve otro grande de morir de dolor varios días antes de empezar a tomarla- y mi dolor menstrual en general se redujo mucho, así que valió la pena. El seguro de sanidad japonés solo cubre el 70% de tus gastos médicos –siempre tienes que pagar un 30% cuando vas al médico o cuando compras medicinas-, y aún así son unos 2420 yenes por mes de píldora.
Próximamente, el examen pélvico 6 meses después.