lunes, 16 de diciembre de 2019

Endometriosis en Japón 10. Por fin me dan el alta

El 6 de diciembre me dieron el alta por la mañana, pero empecemos por las 6 de la mañana, como siempre.
A esa hora vino una enfermera a tomarme la temperatura y demás, y también me trajo un vaso para hacer un análisis de orina. También tocaba el último análisis de sangre, aunque pinchó donde no debía y me recorrió el dolor todo el brazo. Lo volvió a intentar una hora después en el brazo que todavía no tenía como un alfiletero y ya por fin tuve mi último pinchazo de la estancia en el hospital.

Estuve viendo una película e intentando recoger un poco, y vino mi desayuno a las 8.

Tan apetecible como siempre.

Seguía sin hambre y el sabor del desayuno no ayudaba. Menos mal que era mi última comida en el hospital.

A las 9 de la mañana vino Kazuki a ayudarme a recoger y cargar con mis cosas, porque yo no puedo cargar con peso en una temporada. Una enfermera nos dijo que nos iba a traer la factura para pagar, y que cuando la tuviéramos ya podíamos ir a la recepción de la primera planta y soltar el dinero.

Bajamos en el ascensor, y tras pagar por fin pudimos ir -muy despacito, aún me costaba mucho andar- de camino a la estación.
Para una persona sana son unos 4 minutos a pie, pero para alguien a quien le han agujereado el abdomen hace 3 días fue bastante más. Luego en el tren la calefacción estaba muy fuerte, y se me empezó a poner muy mal cuerpo cuando quedaba una estación para llegar -afortunadamente son pocas estaciones hasta la mía-. Al salir del tren y darme el fresquito me empecé a encontrar un poco mejor.

Andar de la estación hasta mi casa también llevó bastante tiempo, pero qué maravilla llegar y poder relajarme sin suero ni señoras gritando en la habitación de al lado todo el día -anécdotas varias del hospital-. Ese día ya en casa Kazuki me hizo la comida y me entró hambre por primera vez desde que me operaron.

Como curiosidad, te hacen quitarte los piercings antes de ingresar, y yo llevaba dilataciones en ambas orejas. Al volver a casa e intentar volver a ponerme todos los piercings las dilataciones se habían estrechado mucho y ahora tengo que llevar piercings normales. En fin, siempre se puede volver a dilatar.

El miércoles de la semana siguiente fui a que me quitaran los vendajes del estómago y a ver el resultado del análisis de mis quistes y del análisis de sangre y orina. Las incisiones tienen bastante buen aspecto y el ombligo, quitando que está un poco morado y que no voy a poder volver a llevar el piercing de allí porque el agujero de salida ha cambiado de sitio, se ve muy normal. Mis análisis todos bien y mis quistes dieron que efectivamente era endometriosis.

Ahora ya a recuperarme y volver a la normalidad poco a poco.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Endometriosis en Japón 9. Dos días después de la operación

El 5 de diciembre, habiendo dormido bien y con menos dolor de hombros me encontraba mejor.

A las 6 de la mañana, como siempre, vino una enfermera a tomarme la temperatura, tensión arterial, pulso, comprobar las incisiones de la operación, y auscultarme el estómago a ver si mis intestinos se estaban moviendo bien.
Si ese día no lograba que mi intestino grueso volviera a la normalidad me tenían que poner un enema, pero afortunadamente mi cuerpo empezó a pasar gases ya esa mañana -el poder de los traumas-.

Con más energía, acabé de ver la película que no había podido acabar de ver el primer día, y me di un paseo hasta la otra punta de la planta para ver el monte Fuji -por la mañana cuando está despejado se ve muy bien desde allí-.

Vino el desayuno a las 8. Es irónico que quieran que no te estriñas pero te traigan arroz con todas las comidas.

Arroz con furikake, sopa de miso, tofu, espinacas y leche.

Como curiosidad, si te toca hospitalizarte más de una semana, a partir de la 2ª te dejan elegir menú -hay 2, uno todo con arroz y otro un poco más occidental-. No tenía mucha hambre todavía, así que cogí algo de energía bebiéndome el cartón de leche.

Tras cambiarme los parches para el dolor de hombros -ahí ya me empezaban a hacer efecto- me pusieron otra dosis de suero y antibióticos, y tras acabarla la enfermera me preguntó si me veía con fuerzas para ducharme. Me faltó tiempo para decir que sí -llevaba sin poder ducharme desde el lunes, ya me empezaba a dar asco a mí misma-.
La enfermera me trajo un secador de pelo y un pijama limpio para cambiarme, y me duché muy felizmente, aunque con algo de dificultad para usar la mano derecha -aún tenía la aguja del suero clavada para poner mi última dosis de suero después, así que me la cubrió con plástico y mucho esparadrapo-.

La felicidad personificada tras poder ducharme.

Por la mañana, como todas las mañanas, vino el médico en prácticas a preguntarme qué tal me encontraba, y después mi ginecólogo. Me dijo que como se me veía bastante mejor que si quería el alta al día siguiente. Dije que por supuestísimo que sí, y me dijo que si por la noche seguía teniendo buen aspecto me daba el alta ya -¡Vivaaa!-.

Vino la comida a las 12 -arroz y cosas otra vez-, y a las 3 como siempre vino Kazuki. Me pusieron mi última dosis de suero y antibióticos y por la tarde nos llamó el médico para enseñarme las fotos de la operación. Fue gore, al parecer soy el peor caso que ha visto en 20 años. Tenía tantas adhesiones que pasó gran parte del tiempo despegándome los ovarios el uno del otro y despegando ambos de mi útero. La foto del antes y el después de mis ovarios también impresionaba, parecían 2 pelotas de tenis rojas.
Para acabar de eliminar lo que queda -no pudo quitar todas las adhesiones- me toca seguir con menopausia de momento. En fin, es mejor que volver a pasar por el bisturí.
Finalmente me dio el papel del alta para firmar, instrucciones de cosas que no hacer los siguientes días -como montar en bici o meterme en la bañera- y me dio cita para el miércoles siguiente para quitarme los vendajes de la tripa.

Cena a las 6 y a las 8 se acabó mi última bolsa de suero y por fin fui libre totalmente. Adiós aguja enganchada al brazo 24/7.
Esa noche volví a dormir pronto con pastillas para dormir para estar fresca para preparar mi maleta el día siguiente -con la ayuda de Kazuki-.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Endometriosis en Japón 8. El día después de la operación

El 4 de diciembre fue mi tercer día en el hospital.

A eso de las 6 de la mañana vino una enfermera a decirme que hoy tocaba practicar a sentarme y luego tendría que intentar andar. Empezó a levantar el respaldo de la cama poco a poco, y de repente empecé a notar los famosos gases que se te quedan atrapados en el abdomen tras la laparoscopia presionándome mucho el diafragma. Como se me puso mal cuerpo me dijo la enfermera que intentara ir levantando la cama poco a poco por mi cuenta las siguientes horas y si me encontraba mal que parara.
Se fue e intenté levantar la cama un poco más. Maaaal. Entonces fue cuando empezó lo peor de mi experiencia en el hospital, el dolor de hombros. Al parecer los gases que te meten te presionan el nervio del hombro, y es un dolor MUY fuerte -de hacerte gritar-.
Llamé a la enfermera con el botón de llamada, y le dije que necesitaba algo para el dolor. Me dijo que era por los gases y mover los brazos haría que se me pasase, pero eso solo lo empeoraba. Insistiendo me trajo al rato unos parches para el dolor muscular que no sirvieron para nada. Ya muriendo de dolor e insistiendo más POR FIN me trajo analgésicos para engancharme en vena, aunque eran más bien flojos.
A la hora, cuando me hicieron un poco de efecto, logré cambiarme de la bata de la operación al pijama del hospital -aunque esto llevó tiempo porque el dolor de hombros no me dejaba moverme mucho-. Cuando me hizo un poco más de efecto me pude sentar, librándome de la máquina masajeadora de piernas que todavía tenía puesta.

Tenía que andar para que me pudieran quitar la sonda, así que con ayuda de la enfermera y arrastrando el suero logré caminar hasta fuera de la habitación y un poco por el pasillo. Aunque me resultó muy cansado y me costaba respirar por el dolor de diafragma logré andar sin marearme, y al acabar el paseo me quitó la sonda –¡bieeeen, por fin tengo libertad para ir al wc!-, y me dejó descansar en la habitación.

A las 12 me trajeron mi primera "comida", que sería mejor llamar bebida.

La cuchara obviamente no me hizo falta.

En un lado tenía algo que sabía como a zumo de naranja artificial y algo que sabía como a bebida isotónica. En el otro lado algo que sabía a agua caliente y arroz blanco, algo que sabía parecido, y té de cebada caliente, que no me gusta pero venía con todas las comidas. Era mi primera ingesta de líquidos desde el día anterior por la mañana.
Beber era agotador, y los líquidos calientes sabían todos horribles, así que logré beberme el zumo de naranja y la otra bebida fría.

No todo va a ser malo. Tras "comer" fui al wc por mi propio pie y qué maravilla, por favor.
Después me pude cepillar los dientes por fin, sintiéndome muy orgullosa de mi misma.

A las 3 empezaba la hora de visitas, y vino Kazuki hasta la hora que se acababan. Las enfermeras por fin dejaron de ponerme pegas con los analgésicos y una me preguntó si quería más, y le dije que sí, que uno más fuerte, por favor. El que me puso con el suero esta vez era más efectivo, menos mal.

Por la tarde, imagino que por el efecto de volver a ingerir líquidos, recuperé la voz -me dolía tanto tras la operación que casi no podía hablar-.

A las 6 me trajeron la cena, y era la foto que imagino que sale en el diccionario al lado de la expresión "comida para enfermos".

Lo blanco es agua caliente y arroz blanco.

Después, por la noche me quitaron el suero -¡por fin! Pensé- pero me dejaron la vía y el final del tubo todavía enganchados al brazo porque el día siguiente aún me quedaba una última dosis de suero. Aún así, ya iba recuperando un poco más de libertad.

Por la noche no tenía energía para ver películas ni nada, así que cuando se fue Kazuki me quedé momentáneamente frita –sentada en la cama, pero era con el respaldo levantado-, y decidí llamar a la enfermera para que me diera otro analgésico por la noche y me cambiara los parches de los hombros.
Como la dije que no había dormido nada me ofreció traerme también una pastilla para dormir, que acepté encantada, y esa noche logré dormir 8 horas.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Endometriosis en Japón 7. El día de la operación

Llegó el segundo día en el hospital, el 3 de diciembre, que era mi día más temido porque me tocaba operarme.

La enfermera a mi cargo por la noche entró en la habitación a eso de las 5:40 de la mañana para ponerme otro enema y acabar de dejar mi intestino grueso como los chorros del oro.

Después de eso me dio la bata que me tenía que poner para la operación. Arriba tenía que llevar solo la bata, pero debajo podía llevar pantalones, bragas y calcetines –luego te hacen quitártelos en la sala de operación, pero al menos puedes ir con un poco de dignidad hasta allí-.
A eso de las 7 me tomé mis pastillas para la tiroides con mi último trago de agua en al menos 24 horas.

Tiene que venir un miembro de tu familia una hora antes de la operación y quedarse hasta al menos dos horas tras la operación –¿Qué pasa si no tienes familia? Ni idea-. Kazuki y mi suegra vinieron a eso de las 8 de la mañana, y a las 8:50 ya me tocaba ir andando -y en ascensor- a la sala de operaciones. Les dejaron esperando en la sala de espera de la zona de operaciones, y yo entré con el mayor nivel de nervios que he sentido en mi vida y con las lágrimas casi saltándoseme –primera operación de mi vida adulta más no saber si voy a estar ingresada 5 días o 2 semanas según cómo estén de mal mis vísceras, ya que si el tema estaba muy mal era posible tener que pasar de laparoscopia a hacer un corte de 20 centímetros cruzándome el abdomen...-.

Una vez tumbada en la sala de operación y usando la bata de manta, intentaron ponerme la aguja para el suero. Fallaron el primer intento, y todavía tengo moratón en la mano de eso. Al menos atinaron a la segunda, pero joder lo que duele cada vez. Después me pusieron electrodos en el pecho y una especie de manguitos de compresión en las piernas para que no me diera el síndrome de la clase turista.
Me iban a operar entre 3 personas -mi ginecólogo, otra doctora a la que no conocía todavía, y el doctor en prácticas-.
La anestesista me puso una mascarilla de oxígeno, y me dijo que enseguida iba a entrar el gas de la anestesia. Tan enseguida que lo siguiente que recuerdo es ya estar despertando -según Kazuki 3 horas después- y oir voces decir el equivalente japonés de "a la de 3", y sentir que me cambiaban de camilla. Oía las voces de las enfermeras y de Kazuki, pero apenas podía abrir los ojos, estaba muy grogui todavía. No podía dejar de temblar mientras me devolvían a la habitación.

Foto que me hizo Kazuki cuando ya estaba de vuelta en la habitación.

En la habitación tenía enganchado al cuerpo suero, una sonda para que saliera la orina –porque no me podía levantar de la cama hasta el día siguiente-, una mascarilla de oxígeno que me iban a dejar 4 horas para asegurarse de que no tenía problemas para respirar -se ve en la foto-, y la máquina masajeadora de piernas. También mogollón de mantas para que dejara de temblar –al rato pasó de eso a fiebre-, y –esto me hicieron comprarlo el día de ingresar- un pañal con una compresa enganchada adentro porque sangras después de la operación. En mi caso no fue demasiada, menos de una semana después ya había dejado de sangrar.

Aunque curiosamente no me dolía nada la zona de la operación ni las incisiones que me hicieron, tanto la garganta como el diafragma me dolían mucho, y tenía constantes ganas de orinar -cosas de la sonda, se te acaba pasando en unas horas-.

Cada 2 horas o así venía una enfermera a cambiarme de posición para tumbarme de lado, luego boca arriba, etc. También me comprobaron la temperatura, tensión arterial, pulso y las incisiones infinidad de veces, y otra infinidad de veces me cambiaron el suero.

A las 8 de la noche se acabó la hora de visitas y se tuvieron que ir Kazuki y mi suegra, y aunque debería haber podido dormir a las 9, creo que dormí un total de media hora en toda la noche. El motivo no era por el dolor o por encontrarme mal, sino porque cada una o dos horas venía una enfermera y me despertaba para tomarme la temperatura y demás. Así toda la noche...

jueves, 12 de diciembre de 2019

Endometriosis en Japón 6. Primer día en el hospital

El 2 de diciembre, un día lluvioso y con todo tipo de retrasos en los trenes -llegamos a tiempo afortunadamente- me tocó ingresar en el hospital a las 10 de la mañana.
Voy a intentar resumir todo lo posible, porque fue largo y me tocó hablar con mucha gente y hacer muchas cosas, pero si hay algo que queráis saber con más detalle preguntad.

Al llegar al hospital fui a la recepción para ingresar, que está un poco escondida, y entregué el taco de papeles que me había tocado rellenar, incluyendo la tarjeta para que me cobren menos –me la fotocopiaron y me la devolvieron-, y un papel indicando mi temperatura de esa mañana y si tenía algún síntoma de resfriado –para evitar gente con gripe en el hospital-. Me dijeron que subiera a la 6ª planta y para allá que fuimos Kazuki y yo en el ascensor.

En la recepción de esa planta había lo que suponía que era un enfermero, pero al acercarme a hablar con él me ignoró y vino corriendo una enfermera a atenderme. Segundos después él estaba atendiendo el teléfono, imagino que lo tienen de telefonista o algo así y evita a los pacientes...

Le dije a la enfermera que me tocaba ingresar y le di el papel que decía la hora y el día, y me enseñó un poco la planta del hospital en la que iba a pasar los próximos días, mi habitación, y me hizo pesarme –con ropa, así que no se si iba a ser muy útil-. Después de eso volvimos a la habitación y me dijo que fuera colocando mis cosas y que me pusiera el pijama del hospital –alquilé uno porque no tengo de los que se cierran por delante y era más barato alquilarlo que comprar uno que no iba a volver a usar-. Me dieron la talla L porque soy alta para estándares japoneses –lo cual es genial, porque después de operarte se te hincha el estómago una temporada y que no te apriete el pantalón se agradece-. No me han llamado alta tantas veces en mi vida, qué ilusión.

Esta era mi habitación. Pillé una privada para poder dormir por la noche, y fue un gran acierto.

Especial mención a la almohada, que estaba rellena de pequeños cubos como de madera. No sabía que seguían existiendo ese tipo de almohadas, pero era un horror, tenía que dormir poniendo una toalla doblada encima. Al parecer son comunes en los hospitales japoneses.

Se fue la enfermera y estuvimos 2 horas esperando sin saber muy bien qué hacer. Tras eso ya fue un no parar de gente entrando y saliendo de la habitación. Ese día conocí a:
-La enfermera que se iba a encargar de mí durante el día.
-La enfermera que se iba a encargar de mí durante la noche.
-La enfermera que se iba a encargar de mí durante la operación al día siguiente.
-La farmacéutica.
-El médico en prácticas que iba a ayudar -no sé si llegó a hacer algo- en la operación del día siguiente.
Y ya mi ginecólogo, al que ya conocía de antes.

Ese día me tomaron sangre una vez, y me tomaron la tensión arterial, el pulso y la temperatura varias veces. Además la farmacéutica estuvo comprobando mis pastillas para la tiroides -creo que ya he comentado que tengo tiroiditis de Hashimoto, ¿no?- y preguntándome si soy alérgica o si alguna vez algún medicamento me ha dado reacción.

Tuve una reunión con mi enfermera del día para confirmar varios de mis datos, una sesión de afeitado de la zona cercana a la operación -al final esa zona ni la tocaron-, una reunión con mi médico para explicar detalles de la operación y posibles riesgos, y mi parte menos favorita *redoble de tambores*... el enema.

A las 9 apagan las luces -a no ser que tengas una habitación privada, que las apagas cuando quieras, pero sabiendo que te van a despertar a las 6 todos los días. Para que estuviera descansada para la operación me dieron una pastilla para dormir que me dejó frita en media hora.
Lo curioso fue que tras mi última comida a las 6, me dijeron que tenía que beber al menos medio litro de agua entre las 9 de la noche y las 7 de la mañana del día siguiente -aunque mayormente iba a estar durmiendo-.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Endometriosis en Japón 5. Las últimas preparaciones antes de ingresar en el hospital

¡Hola! ¡Ya me han operado y sigo viva! No ha pasado todavía una semana completa, así que aún tengo bastante poca energía, pero ahora que voy recuperando fuerzas he decidido seguir contando la experiencia en este, mi blog.

Mi última visita al ginecólogo fue el 21 de noviembre, y después en una sala aparte una enfermera me dio todo tipo de explicaciones acerca de cosas que necesito llevar al hospital, me dio muchos papeles para rellenar y entregar el día que ingresara, un horario de lo que iba a hacer más o menos cada día de hospitalización, etc.
También me tocó elegir qué tipo de habitación prefería, si con otra gente o privada, y si iba a alquilar pijama o no.

El 29 de noviembre tuve la cita con el anestesista. Aunque en ese momento pensaba que era el que me iba a atender durante la operación, resultó ser una doctora diferente al final.
Me explicó el papel que me habían dado en la visita anterior al hospital con explicaciones sobre la anestesia, solo que lo hizo mucho más fácil de entender y me iba preguntando si tenía dudas -que le fui preguntando, porque tenía unas cuantas-. Cuando le dije que me preocupaba despertarme durante la operación me dijo que eso pasa en las películas, sí que tenía confianza en los métodos del hospital.
También me hizo varias preguntas sobre mi estado de salud, como si puedo andar más de 20 minutos sin cansarme -a ver, estoy mayor pero no tanto, hijo mío-, si puedo girar el cuello y levantar los brazos, todo sin problema.

De la lista de cosas que me dijeron que llevara esto es lo que no llegué a usar:
-Cucharas.
-Vasos para bebidas frías y para bebidas calientes.
-Toallitas húmedas.
-Una goma para el pelo (me pidieron que llevara 2 porque tengo el pelo largo, pero solo necesité una al final).

Aunque pedían que llevaras algún tipo de zapatillas que no hagan ruido al andar, que sean fáciles de poner y quitar y tengan talón -no como las zapatillas de andar por casa de toda la vida-, me dijeron que si no tenía que no hacía falta que me comprar unas aposta, que llevara lo que tenía. Me llevé unas pantuflas de leopardo muy cómodas que tengo que les puedes poner y quitar el talón cuando quieres.

Una cosa que me hizo dudar de la lista, y que al principio Kazuki también dudaba a pesar de ser japonés, es que ponía que llevara 2 o 3 ショーツ -shorts- que me vinieran un poco sueltos. El problema es que en japonés esa palabra puede significar tanto "pantalones cortos" como "bragas". Era bragas al final.
Con ser bragas de talle bajo, que no lleguen a tocar la zona donde te hacen las incisiones de la operación, vale.