sábado, 14 de diciembre de 2019

Endometriosis en Japón 8. El día después de la operación

El 4 de diciembre fue mi tercer día en el hospital.

A eso de las 6 de la mañana vino una enfermera a decirme que hoy tocaba practicar a sentarme y luego tendría que intentar andar. Empezó a levantar el respaldo de la cama poco a poco, y de repente empecé a notar los famosos gases que se te quedan atrapados en el abdomen tras la laparoscopia presionándome mucho el diafragma. Como se me puso mal cuerpo me dijo la enfermera que intentara ir levantando la cama poco a poco por mi cuenta las siguientes horas y si me encontraba mal que parara.
Se fue e intenté levantar la cama un poco más. Maaaal. Entonces fue cuando empezó lo peor de mi experiencia en el hospital, el dolor de hombros. Al parecer los gases que te meten te presionan el nervio del hombro, y es un dolor MUY fuerte -de hacerte gritar-.
Llamé a la enfermera con el botón de llamada, y le dije que necesitaba algo para el dolor. Me dijo que era por los gases y mover los brazos haría que se me pasase, pero eso solo lo empeoraba. Insistiendo me trajo al rato unos parches para el dolor muscular que no sirvieron para nada. Ya muriendo de dolor e insistiendo más POR FIN me trajo analgésicos para engancharme en vena, aunque eran más bien flojos.
A la hora, cuando me hicieron un poco de efecto, logré cambiarme de la bata de la operación al pijama del hospital -aunque esto llevó tiempo porque el dolor de hombros no me dejaba moverme mucho-. Cuando me hizo un poco más de efecto me pude sentar, librándome de la máquina masajeadora de piernas que todavía tenía puesta.

Tenía que andar para que me pudieran quitar la sonda, así que con ayuda de la enfermera y arrastrando el suero logré caminar hasta fuera de la habitación y un poco por el pasillo. Aunque me resultó muy cansado y me costaba respirar por el dolor de diafragma logré andar sin marearme, y al acabar el paseo me quitó la sonda –¡bieeeen, por fin tengo libertad para ir al wc!-, y me dejó descansar en la habitación.

A las 12 me trajeron mi primera "comida", que sería mejor llamar bebida.

La cuchara obviamente no me hizo falta.

En un lado tenía algo que sabía como a zumo de naranja artificial y algo que sabía como a bebida isotónica. En el otro lado algo que sabía a agua caliente y arroz blanco, algo que sabía parecido, y té de cebada caliente, que no me gusta pero venía con todas las comidas. Era mi primera ingesta de líquidos desde el día anterior por la mañana.
Beber era agotador, y los líquidos calientes sabían todos horribles, así que logré beberme el zumo de naranja y la otra bebida fría.

No todo va a ser malo. Tras "comer" fui al wc por mi propio pie y qué maravilla, por favor.
Después me pude cepillar los dientes por fin, sintiéndome muy orgullosa de mi misma.

A las 3 empezaba la hora de visitas, y vino Kazuki hasta la hora que se acababan. Las enfermeras por fin dejaron de ponerme pegas con los analgésicos y una me preguntó si quería más, y le dije que sí, que uno más fuerte, por favor. El que me puso con el suero esta vez era más efectivo, menos mal.

Por la tarde, imagino que por el efecto de volver a ingerir líquidos, recuperé la voz -me dolía tanto tras la operación que casi no podía hablar-.

A las 6 me trajeron la cena, y era la foto que imagino que sale en el diccionario al lado de la expresión "comida para enfermos".

Lo blanco es agua caliente y arroz blanco.

Después, por la noche me quitaron el suero -¡por fin! Pensé- pero me dejaron la vía y el final del tubo todavía enganchados al brazo porque el día siguiente aún me quedaba una última dosis de suero. Aún así, ya iba recuperando un poco más de libertad.

Por la noche no tenía energía para ver películas ni nada, así que cuando se fue Kazuki me quedé momentáneamente frita –sentada en la cama, pero era con el respaldo levantado-, y decidí llamar a la enfermera para que me diera otro analgésico por la noche y me cambiara los parches de los hombros.
Como la dije que no había dormido nada me ofreció traerme también una pastilla para dormir, que acepté encantada, y esa noche logré dormir 8 horas.

2 comentarios:

  1. Se cumplió un poco el temor sobre los anestésicos ��

    Lo bueno es que al final se volvieron flexibles. Me hace pensar que en el futuro, según estén más acostumbrados a tratar occidentales, sabrán desde el principio que pueden quedarse cortos.

    Albóndigas

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    Respuestas
    1. No sé yo... pero me alegra que una vez logré convencerlas ya hasta me ofrecían analgésicos antes de pedirlos.

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