jueves, 31 de diciembre de 2009

La primera parte del viaje: Atami

De camino a Osaka hicimos una parada en Atami -prefectura de Shizuoka- para estirar las piernas y comer algo. Atami es un sitio en el que una persona a la que no le guste el pescado se moriría de hambre, pero a mí me gusta, así que no hay problema.

Según el cartel eso debía ser patata, pero era pescado con un ligero regustillo a patata aquí y allí.

Una cosa curios que había nada más salir de la estación era un onsen para pies. Para quien desconozca el término onsen, son baños termales.
Como en esta vida hay que probar de todo, el agua estaba calentita y hacía frío, me decidí a meter los pies ahí, sin percatarme de que las abuelas y abuelos que tenían los pies metidos tenían la piel de las piernas un color gamba tirando a cangrejo intenso.

Salía un vaporcillo más majo de ahí.

Por muy invierno que fuera, me quité las zapatillas, los calcetines, me arremangué los pantalones, y a imitar a las gentes del lugar.

Recomiendo usar gafas de sol para mirarme los pies. Son así de color blanco nuclear.

Al primer intento me di cuenta de que el agua debía de estar a 50 grados o así, porque me escaldé. El abuelete que estaba sentado a mi lado se partía, qué jodío.
Tras varios intentos decidí que mejor me rendía, que llenarte de ampollas antes de empezar un viaje no es buena idea.
Creo que la gente mayor de Japón tiene una resistencia increible al calor, o directamente carecen de terminaciones nerviosas.


Otra cosa que se puede comprar en Atami, según dice el cartel, son "teta-toallas", por 1260 yens de nada. Como el nombre especifica, son toallas con tetas. Los pezones tienen un gran poder secante, es cultura general.

El año que viene, es decir, a partir de mañana, toca hablar de Osaka. ¡Feliz año nuevo!

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